
No puedo ser otro invisible mientras mí presencia persiste.
Yo no sabia de fantasmas, hasta notar el sonido que levantan mis zapatos en autopistas dormidas.
No puedo usar ese disfraz.
No son mis pies los que hacen ruido, suena mas alto el aire sin materia ni alma.
Solo no pude ser invisible.
El juicio es la cárcel lejos del sonido de lo distinto.
Fantasmas dentro de muros que nublan, donde nunca se ve la luz del otro universo.
Donde la confianza la cubre el atuendo, con la etiqueta de un apellido de casa extranjera, promesa y estandarte de una identidad.
Se alejan de lo que no se escucha ni se ve dentro del vidrio, y ensordecen a todo un océano dentro de la pecera.
Decidieron ser invisibles para cuidar su propio juicio, el de sus padres o sus abuelos.
Peces en cardúmenes de conceptos, que no miraron afuera, en la seguridad de las burbujas de un oxígeno que les seda.
Existiendo en su limite para ser como el otro,
invisible.
Gaby Torres M.
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