Y ahora resulta que soy otra,
que no quiere debatir conceptos de felicidad,
signos que se definen frágilmente ante cada realidad,
en un ecosistema que se retroalimenta de afirmarse a si mismo
negando lo que no entiende.
Y ahora resulta que siento ese silencio que llamamos paz,
a veces amor, a veces sosiego,
y solo quiero permanecer conectada con eso,
sin querer otra cosa mientras miro otras.
Caminar entre las espinas si es necesario,
y aprender a amarlas, o a no juzgarlas,
sin tocarlas,
cada quien sabe de sus espinas
cree necesitarlas, las razones solo son suyas.
La vida las poda, el orgullo las aísla en su isla de conceptos,
y algunos mantienen su corazas punzantes
como guarda espaldas de su frágil capullo.
Yo sigo caminando sin espinas,
la libertad que conocí me despojó de ellas,
como el ave que escapó y deambula en tierra de jaulas sin usar candados.
Gaby Torres M.

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